lunes, 18 de enero de 2010

la visita



A mediados del siglo XXVIII, Florentina, más conocida como Flor se puso al servicio de los señores. Tenía muy buenas referencias, asi que cuando le llegó el enviado de palacio con la noticia de que era aceptada para entrar al servicio de la marquesa. Flor no cabía en sí de gozo.

Era joven, no muy alta, más bien delgada y no muy morena. Cuando le pusieron el vestido de sirvienta, ella se sintió una reina, por que era de la mejor tela que había tocado jamás, el delantal blanco y suave, llevaba en la cabeza algo parecido a una diadema blanca, con florecitas. La señora marquesa, como se le debía llamar, era de lo más moderno en cuanto a indumentaria.

Pasaron los años y Flor pasó de ser una simple criada a ser la encargada de todos los sirvientes de palacio.
El señor marqués era un hombre alto, muy alto, con porte elegante y ojos claros, tenía en Flor a una confidente, ella sabía casi todo de él, sabía de todas las posesiones del marquesado, sabía de la genealogía del Marqués, sabía que no quería a la señora, sabía que lo que más deseaba en el mundo era tener un hijo, sabía que la amaba...Flor era una mujer, muy inteligente y ayudó muchas veces al marqués a resolver conflictos en sus tierras.
Pero Flor no le amaba, le gustaba estar con él, aprendía de números, leía, escuchaba música, eso para una mujer de aquella época y además sirvienta era la máxima aspiración, pero no, no le amaba. Flor era respetada también por la señora marquesa, decía que desde que ella entró al servicio del señor, éste se había vuelto menos rudo, más amable, pero sobre todo, menos fogoso. ¿Celos de Flor? de ninguna manera, agradecida, si a un caso.

Una noche en la biblioteca, hablaban sobre un libro que ambos había leído...la conversación fue tomando intensidad y más intensidad hasta que toda la intensidad del mundo inundó aquella sala, se posaba sobre aquellos sillones, se colaba por aquellas ventanas y se escondía bajo aquellos tapices....una palabra llevó a otra, un roce llevó a otro, una caricia llevó a otra y al final acabaron rodeados de intensidad, rodando por las alfombras, al finalizar Flor supo perfectamente definir: intensidad...

Durante los nueve meses que siguieron a aquella noche intensa, a Flor la cuidaron como si de una princesa se tratara, no le faltaba de nada, eso si, sin salir de las habitaciones dedicadas al servicio...hasta ahí podíamos llegar.
Una noche de mayo, Flor tuvo un hijo varón, al cual llamaría José, en memoria de su padre.
El marqués estaba muy feliz con su hijo, la única que no estaba muy contenta era la marquesa, pues harta ya de tantos comentarios le impuso a su marido que se deshiciera de Flor y del bastardo.
El marqués muy a su pesar se despidió de Flor y de su hijo. Una noche lluviosa de febrero, un carruaje les dejó en un pueblo cercano a Valencia.
"nunca os faltará de nada, tendréis casa, dinero para gastar y José tendrá una buena educación..." le había dicho el marqués a Flor con lágrimas en los ojos...ella le había sonreído y asentido. Flor nunca llegó a amar a ese hombre, ni a ninguno, pero le tenía esa mezcla de gratitud-cariño-admiración, que también es una manera de querer...

El joven José, jamás le preguntó a su madre de dónde venía el dinero para educarle, para vivir, por que ella no trabajaba y no tenían a nadie más, a veces se escuchaba algun rumor, pero la conducta de Flor era intachable y entonces el rumor se desvanecía.

Vivieron años tranquilos, muy tranquilos.

Pasó el tiempo y José se casó con Mercedes, tuvieron una existencia de lo más corriente, nacieron de su unión cinco hijos. El mayor de todos también se llamó José.

José trabajaba en el campo, con sus cuñados, pues Mercedes tenía tres hermanos varones y algunas tierras que había heredado de su familia.
Un día, mientras José ayudaba a uno de sus cuñados a hacer una zanja, se le clavó una caña fina en el muslo, por la parte de atrás, como aquella herida era muy profunda y no dejaba de sangrar le llevaron con el carro a su casa. Mercedes se asustó mucho, su hermano pequeño le retiró la caña y la herida quedó al descubierto, José permaneció tres dias tumbado boca a abajo hasta que se cerrara la herida. Mercedes se la curaba tres veces al día, se la lavaba con agua tibia y sal, le aseaba, en aquellos tres día vio a su marido desnudo más veces de lo que le había visto en todos los años de matrimonio, pues aunque compartían intimidad, nunca se habían visto sin sus camisas de dormir y a plena luz del día.

Una tarde que José dormía, Mercedes, mientras le limpiaba la herida, se fijó en una mancha oscura con una forma curiosa que tenía su marido en la nalga izquierda una 'ese' dentro de un círculo...Desde aquel día, mercedes soñaba con aquella forma, la veía en un puerta a modo de aldaba, la veía en un papel a modo de rúbrica....tenía agobiantes pesadillas siempre con aquella marca oscura.

Pasaron los años, José y Mercedes, ya mayores descansaban una tarde de verano, José en su mecedora se había quedado dormido...
Mercedes oyó caballos, después la puerta y salió a atender, eran unos soldados muy bien uniformados, que preguntaban por José. Ella contestó que no estaba, que estaba fuera y que no volvería hasta el invierno. Los soldados le entregaron un pergamino enrollado, que ella desplegó por curiosidad, pues no sabía leer...
A Mercedes le rondaba la idea de hablarle a José de aquella visita, de aquel pergamino, pero no lo hizo, lo guardó en uno de los baules y se olvidó por completo de aquella tarde.

Años después el biznieto de José, Joaquinet, que asi le llamaban, subió a la cambra de casa de sus abuelos y se puso a revolver en los baules antiguos, encontró un pergamino y asombrado lo leyó, para resumir os diré que el niño interpretó que un señor muy rico y poderoso, pues poseía cinco palacios y no se cuántos terrenos, había muerto, como no tenía hijos, había que buscar a su bisabuelo José para entregarle todas aquellas riquezas y que no se las quedaran los curas....le entregó el pergamino a su padre.

el padre de Joaquinet, Joaquín....se presentó con el pergamino fechado un siglo atrás en el ayuntamiento de la ciudad, por ver si todavía se podía hacer algo con él.
Un señor con corbata le dijo que no, que aquello había "proscrito" digo prescrito y que todas las posesiones del marqués eran ya patrimonio de la ciudad....Joaquin, que entendió poco, por que aquel señor con corbata se explicaba más bien mal, aprovechando que estaba en Valencia se dió una vuelta por el Palacio del Marqués, más que nada, para intentar imaginar, qué hubiera pasado si su abuela hubiera atendido de otra forma aquella visita...

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