martes, 17 de noviembre de 2009

El aroma de los libros


Els llibres fan més lliure l'ànima de les persones...llig, xiqueta...sempre!! (Traducción: los libros hacen más libre el alma de las personas...lee, mi niña, siempre!!!)

Me inicié en el tema de la lectura a muy temprana edad, mi abuelo, con paciencia de santo, me enseñó las vocales aquel verano de 1972, yo tenía cuatro años....tras las vocales, vinieron las sílabas y cuando comencé el colegio ya sabía leer frases enteras, nada de "mi mamá me mima" frases del estilo de: "y en un abceso de tos el corazón se le salió por la boca..."

Asi que a la edad de seis años y como eso de la lectura infantil no estaba muy de moda, me lancé a los apasionantes libros de Julio Verne, con ellos me embarqué en montones de aventuras, las historias que en los libros leí y las que me imaginé o me inspiraron aquellas lecturas, que con mi temprana y precoz imaginación, eran muy numerosas y variopintas, me acompañaron a lo largo de mi niñez.
Asi era yo una niña tranquila de mente inquieta, lectora apasionada de todo libro que me cayera cercano.

Mi abuelo al que reclutaron en la Guerra Civil como conductor de su propio y requisado camión, no era muy común en esa época disponer de un vehiculo propio y él tenía un Ford V8 asi que los republicanos decidieron que aquel hombre formaría parte de su 'guerra', era un hombre tranquilo de mente inquieta, vivía de su negocio de apicultura y, a priori, le importaba bien poco para quien guerrear, con tal de que le dejaran libre ir con su camión por esas tierras de aquella España, en busca de la flor del momento para que sus abejas pudieran nutrirse a gusto, e hicieran la más exquisita de las mieles, eso si, siempre con denominación de origen, como diríamos ahora.
Nada de sucedáneos tipo la miel "mil flores" ¿qué era eso? según él, esa miel era la vergüenza de las mieles.
Había que ir en busca del romero, del espliego, del tomillo, del azahar o del eucaliptus, allá donde estuvieran, pero eso de mezclar flores...eso no estaba bien.

Volviendo al tema que nos ocupa, mi abuelo tenía muchas veces que hacer desalojos en palacios castellanos o de otras nacionalidades siempre nacionales con su tropa ya que el notable hecho de poseer un camión le ascendió directamente a sargento.
La tropa disfrutaba en esos menesteres expoliadores, de los palacetes y casas señoriales sacaban todo tipo de enseres domésticos de la más alta calidad: vajillas de porcelana de Sajonia, cuberterias de plata fina, joyas, telas de seda...
Mi abuelo, nada más entrar en las casas, corría directamente a la biblioteca, alli saciaba su sed de Literatura y se hacía con su propio botín, ediciones encuadernadas en piel de los Clásicos, un Quijote numerado, la colección entera de Shakespeare traducida, libros de poesía romántica anglosajona y castellana, un sinfín de libros denominados prohibidos e incluso algún que otro incunable...asi evitaba también alguna visión ingrata de la guerra y de la que no se sentía nada orgulloso, pero como decía él: la guerra es la guerra, xiqueta.

Una mañana, en un desalojo a un palacio extremeño de cierta relevancia, un sargento compañero de mi abuelo le recriminó por que siempre se llevaba libros y jamás cogía nada de valor (palabras textuales)
Mi abuelo entró de nuevo en el palacio y cogió dos candelabros de plata, miró a la señora de la casa con sus profundos ojos azules y con una leve inclinación de cabeza le hizo saber que lo sentía en el alma, la señora le sonrió tímida y con disimulo otorgándole su perdón pero mi abuelo lamentó este hecho el resto de su vida, cuando pasaba por delante de la consola en la que estaban colocados los preciosos candelabros del siglo XVII en la casa familiar, apretaba los labios y chasqueaba los dedos en señal de desaprobación.
Cuando me contaba esta historia, yo solía preguntarle por los libros, ya que también eran robados pero él decía que los libros eran otra cosa, los señores de los palacios o casas señoriales a los que se los cogía no los usaban más que para decorar sus bibliotecas y además algo tenía que coger ¿no? La biblioteca de mi abuelo era una de las más maravillosas bibliotecas que yo he visto jamás, hecha a fuerza de expolio, si, pero con muy buen gusto y cuidado.

Mi abuelo murió cuando yo tenía diez años, aquella tarde de mayo pasó por casa de mis abuelos más gente de la que yo había visto jamás, cada persona que venía se llevaba un libro, asi lo había deseado mi abuelo en sus últimas voluntades; yo los veía desparecer de los estantes de sus librerías de caoba; cada vez que desaparecía un ejemplar se me llenaban los ojos de lágrimas por la pérdida del libro...y de mi abuelo querido; en aquel momento yo no era consciente de cuánto los iba a echar de menos... A todos.
Finalmente quedó un último ejemplar, uno de tapas azules y grabados con un letrero de fondo rojo en el que se lee en letras doradas NARRACIONES TERRORÍFICAS, de escaso valor material, lo cogí entre mis manos de diez años, le acaricié las tapas, pasé las hojas rápidamente dejando que su aroma me envolviera toda, lo abrí por la mitad, acerqué mi naricilla a las páginas y aspiré lo más profundamente que pude... los olores del libro, de sus historias, de mi abuelo, de las tardes de verano, de mi niñez, se mezclaron con mis lágrimas formando una vorágine de sensaciones difícil de digerir...enjugué el llanto, me tragué mis lágrimas, los aromas, los recuerdos y aquella tarde... dejé de ser niña.
Nada más, en lo que a lo material se refiere, tengo de mi abuelo.

Recuerdo el aroma de cada libro de su biblioteca, por que él decía que los libros atrapan los olores, incluso a veces la esencia de la persona que los lee.
Decía que se puede conocer muy bien a una persona sólo por los libros que lee; él era capaz de diferenciar cada olor peculiar de cada ejemplar y sabía al dedillo de dónde provenia cada uno.
En las tardes de verano nos sentábamos a la fresca en la calle con sillas bajas de madera y enea, dejábamos que se evaporara la tarde, como se evaporaba el agua en la acera recién regada...Leíamos sin parar, caían en mis manos todo tipo de libros, sin importar la temática, ni el estilo literario, ni tan siquiera si eran o no aptos para mi temprana edad...me enseñó a identificar los olores de las distintas pieles de las cubiertas, del papel o pergamino de las páginas, si se fumaba tabaco o pipa en aquella casa de la que provenían originariamente, si había chimenea en la biblioteca, si eran del señor o de la señora de la casa, si habían sido leídos con anterioridad, si era una edición de lujo o una simple copia barata, aunque a él le daba igual a todos los trataba con el mismo cuidado: "un libro es un libro y siempre tiene cosas que contar _decía_
Con él aprendi a desvelar los más íntimos secretos de los libros, a desnudar con mis sentidos otras historias distintas a las que estaban escritas.
Me enseñó a agradecer a los autores por contar las historias, a los dueños de los libros por compartirlos, a los posibles anteriores lectores por las anotaciones a pie de página, y a respetar el libro en si para que quedara mi esencia impresa en él y que otra persona pudiera deleitarse leyéndolo, en resumen, me enseñó a amar los libros, las letras...mi abuelo decía que algún día yo contaría historias y no se equivocaba, las cuento si, pero para mi misma, para no olvidar, para sentirme viva; a veces las comparto con seres especiales que me llenan la vida y que son ellos, muchas veces, los que me inspiran esas historias.

Siempre que me prestan un libro me cuesta empezar a leerlo, es como entrar en la casa de alguien que te invita y te dice siéntete como en tu casa, pero eso cuesta y una suele pedir permiso para sentarse o preguntar educadamente dónde está el lavabo; pues con los libros prestados me sucede algo similar. Cuando llega un ejemplar a mi casa y no es mio, sigo un ritual de reconocimiento, le pido permiso para leerlo, le invito para que forme parte, de algún modo, de un momento de mi vida.

Lo cojo, miro las tapas, las acaricio, lo huelo sin abrirlo, lo abro y reviso las primeras páginas, por si hay algo escrito, le paso las hojas muy rápidamente para que me de el aire y aspiro profundamente el aroma de su propietario/a...me familiarizo con él y vice-versa.
Después reviso las esquinas de las páginas y si están dobladas, sonrío por que yo también lo hago, cosa que me sabe muy mal, por que aunque las pongas rectas con esmero, nunca, nunca se vuelven a quedar como cuando estaban sin doblar; entonces para leer ese libro en particular tomo como referencia las páginas dobladas, ese es el tempo que le doy a mi lectura, paro donde hay una esquina doblada y sigo leyendo hasta la siguiente esquina, asi puedo adivinar cuánto tiempo tardó su propietario/a en leerlo.

A veces si me une al propietario/a algún vínculo afectivo, abro el libro por la mitad y meto la nariz hasta el fondo de las hojas aspirando el profundo olor del papel, mezclado sin duda, con el de la persona a la que pertenece, cierro los ojos y vuelvo a aspirar, entonces aparece su esencia y la reconozco.
Si lo que me une al propietario es amor sonrío por que asi sé cómo huelen sus libros; son suyos, guardan su esencia y la reconozco...ahora los tengo yo que les daré mi propio aroma y mi esencia.
Mi abuelo decía que al libro no le importa si le doblas las esquinas, si escribes (en lápiz) en los márgenes o si subrayas frases que te llaman la atención, decía que eso engrandecía al libro, lo hacía más 'humano', le aportaba vida...

Gracias por compartir tus libros conmigo...el aroma de uno de ellos me ha inspirado, en esta tarde gris, este curioso relato de libros, recuerdos, aromas y deseos.
Gracias por ser tú y por estar presente en mi vida...

3 comentarios:

  1. Muchas gracias por compartir este relato. Siento que mi comentario no esté a la altura, pero no podía pasar por aquí sin decirte que me ha gustado, que entiendo tu amor a los libros y que lo expresas perfectamente.
    Un beso,
    Concha.

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  2. xiqueta meua, todavía tengo un nudo en la garganta. Has sido muy afortunada con un abuelo que te enseñara a apreciar el aroma de los libros . A mí me gusta también la lectura , quizá porque es una manera de vivir otras vidas ajenas, o ser aquello que alguna vez has querido ser ... Seguro que todos tus libros contienen la "esencia" de todos los más agradables olores de la vida.

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  3. Hacía mucho tiempo que no leía una historia tan bonita y tan bien escrita. Me ha encantado.

    Esta claro, de un gran lector una gran escritora.

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