jueves, 21 de enero de 2010

la prisa


Cuando estuve en El Cairo, me llamó la atención el ritmo de la vida, la cadencia de las rutinas de las personas.

Alli no hay prisa, todo lleva un tempo lento, como en un adaggio, todo transcurre sin sobresaltos, sin golpes de timbal o de platillo...

Las mujeres salen a la calle, siempre en grupo y se van cubriendo el rostro, unas a otras, con lentitud, con sus ligeras piezas de lino teñido de un azul añil o de un rojo cayena....desde que estuve en El Cairo echo de menos esos colores no los he vuelto a ver con aquella nitidez, con aquel brillo, con aquella luz.
A orillas del Nilo, hasta el sol se toma su tiempo para desaparecer, permanece quieto ahí, en medio del cielo, bajito, bajito, rozando el horizonte pero sin apenas tocarlo...
Rozar, que bonita palabra...parece suspendido flotando entre la bruma que se levanta del calor, se queda mucho rato, hasta que al final parece que se decide a posarse en las aguas tranquilas de ese gran río y al final desaparece, dejando un color dorado en todo aquello que miras.

Una amiga de la infancia, llamaba a ese tono del sol: "el sol que sienta bien". Ella opinaba que aunque seas fea, muy fea, si te bañaba la luz del sol en su ocaso, te volvías bella, radiante, dorada. Cuando, de jovencitas, viajábamos en tren, veíamos ponerse el sol tras las montañas de nuestra tierra y siempre me decía: "que guapa estás...tu pelo parece de fuego...con todos esos reflejos y tus ojos se llenan de estrellas", yo sonreía, miraba sus preciosos ojos azules y le decía: "a mi sólo me dura un ratito esa luz, a ti, en cambio, el mar te acompaña siempre"...Nos queríamos mucho, la vida nos separó...

Durante el tiempo que estuve en El Cairo, aprendí, además de egipcio, a moverme como ellos, a vivir como ellos, con esa parsimonia despreocupada...fue curioso mi cambio, por que cuando llegué, la inercia de mis movimientos, acostrumbrada al ritmo trepidante de una ciudad como Milan, me llevaba a andar deprisa y corriendo a todos los lados...la gente me miraba y algunos sonreían, ahora comprendo por qué....pensarían 'pobrecita, otra que tal baila, ya frenará....'
En El Cairo, hacer las cosas a ritmo rápido, cansa, pero cansa mucho. Tanto que al tercer día de seguir mi ritmo, estaba agotada, necesité un día entero durmiendo para quitarme el agotamiento. Cuando me desperté aquel quinto día, supe que tenía que aflojar...me calcé las sandalias, me puse la camiseta, los piratas y sali a la calle...me situe detrás de un grupo de aquellas mujeres de las que antes os hablé...y segui su ritmo....al principio me costaba muchísimo; mis pies, ellos solitos, volaban....no, pensaba, para...despacio....sigue su paso, como ellas....

Tras tres días más de agotada lentitud, mis pasos, mi respiración, mis movimientos y hasta los latidos de mi corazón se habían adaptado gradualmente al tempo...a su tempo....

En El Cairo, las personas, se toman su tiempo para saludarse y también para despedirse....
Un día, mientras contemplaba los barcos pasar por el rio, una pareja se despedía....en El Cairo, no se muestran abiertamente los sentimientos las parejas, como acostumbramos aqui, pero se nota que se quieren por los gestos, las miradas...y por que eternizan hasta el infinito las despedidas....se miran, se toman de las manos (eso si), se sueltan, se da la vuelta ella, él la mira, avanza tres pasitos y se coloca frente a ella, entonces ella sonrie, se miran, se toman de las manos y así conté una docena de veces el ritual...automáticamente pensé en si se tomarían tanto tiempo y delicadeza en todos los menesteres de la vida....y sonreí.

Cuando llegué de El Cairo, mi ritmo de vivir la vida había bajado, estoy segura de que si me hubieran tomado las pulsaciones no hubiera pasado de cincuenta y tres...me gustaba tomarme el tiempo para las cosas, alargaba los saludos, las despedidas, las charlas con los amigos...poco a poco el tiempo me fue tomando, me fue haciendo prisionera y todo lo que aprendí en El Cairo ahora sé que lo he olvidado por completo.
Y lo sé tan seguro por que la otra tarde, cuando hubiera querido tomarme el tiempo a sorbitos, se me precipitó encima como una catarata y de pronto me vi sola...
Si hubieramos estado en El Cairo, eso no hubiera pasado...hubieramos eternizado aquella despedida.

lunes, 18 de enero de 2010

la visita



A mediados del siglo XXVIII, Florentina, más conocida como Flor se puso al servicio de los señores. Tenía muy buenas referencias, asi que cuando le llegó el enviado de palacio con la noticia de que era aceptada para entrar al servicio de la marquesa. Flor no cabía en sí de gozo.

Era joven, no muy alta, más bien delgada y no muy morena. Cuando le pusieron el vestido de sirvienta, ella se sintió una reina, por que era de la mejor tela que había tocado jamás, el delantal blanco y suave, llevaba en la cabeza algo parecido a una diadema blanca, con florecitas. La señora marquesa, como se le debía llamar, era de lo más moderno en cuanto a indumentaria.

Pasaron los años y Flor pasó de ser una simple criada a ser la encargada de todos los sirvientes de palacio.
El señor marqués era un hombre alto, muy alto, con porte elegante y ojos claros, tenía en Flor a una confidente, ella sabía casi todo de él, sabía de todas las posesiones del marquesado, sabía de la genealogía del Marqués, sabía que no quería a la señora, sabía que lo que más deseaba en el mundo era tener un hijo, sabía que la amaba...Flor era una mujer, muy inteligente y ayudó muchas veces al marqués a resolver conflictos en sus tierras.
Pero Flor no le amaba, le gustaba estar con él, aprendía de números, leía, escuchaba música, eso para una mujer de aquella época y además sirvienta era la máxima aspiración, pero no, no le amaba. Flor era respetada también por la señora marquesa, decía que desde que ella entró al servicio del señor, éste se había vuelto menos rudo, más amable, pero sobre todo, menos fogoso. ¿Celos de Flor? de ninguna manera, agradecida, si a un caso.

Una noche en la biblioteca, hablaban sobre un libro que ambos había leído...la conversación fue tomando intensidad y más intensidad hasta que toda la intensidad del mundo inundó aquella sala, se posaba sobre aquellos sillones, se colaba por aquellas ventanas y se escondía bajo aquellos tapices....una palabra llevó a otra, un roce llevó a otro, una caricia llevó a otra y al final acabaron rodeados de intensidad, rodando por las alfombras, al finalizar Flor supo perfectamente definir: intensidad...

Durante los nueve meses que siguieron a aquella noche intensa, a Flor la cuidaron como si de una princesa se tratara, no le faltaba de nada, eso si, sin salir de las habitaciones dedicadas al servicio...hasta ahí podíamos llegar.
Una noche de mayo, Flor tuvo un hijo varón, al cual llamaría José, en memoria de su padre.
El marqués estaba muy feliz con su hijo, la única que no estaba muy contenta era la marquesa, pues harta ya de tantos comentarios le impuso a su marido que se deshiciera de Flor y del bastardo.
El marqués muy a su pesar se despidió de Flor y de su hijo. Una noche lluviosa de febrero, un carruaje les dejó en un pueblo cercano a Valencia.
"nunca os faltará de nada, tendréis casa, dinero para gastar y José tendrá una buena educación..." le había dicho el marqués a Flor con lágrimas en los ojos...ella le había sonreído y asentido. Flor nunca llegó a amar a ese hombre, ni a ninguno, pero le tenía esa mezcla de gratitud-cariño-admiración, que también es una manera de querer...

El joven José, jamás le preguntó a su madre de dónde venía el dinero para educarle, para vivir, por que ella no trabajaba y no tenían a nadie más, a veces se escuchaba algun rumor, pero la conducta de Flor era intachable y entonces el rumor se desvanecía.

Vivieron años tranquilos, muy tranquilos.

Pasó el tiempo y José se casó con Mercedes, tuvieron una existencia de lo más corriente, nacieron de su unión cinco hijos. El mayor de todos también se llamó José.

José trabajaba en el campo, con sus cuñados, pues Mercedes tenía tres hermanos varones y algunas tierras que había heredado de su familia.
Un día, mientras José ayudaba a uno de sus cuñados a hacer una zanja, se le clavó una caña fina en el muslo, por la parte de atrás, como aquella herida era muy profunda y no dejaba de sangrar le llevaron con el carro a su casa. Mercedes se asustó mucho, su hermano pequeño le retiró la caña y la herida quedó al descubierto, José permaneció tres dias tumbado boca a abajo hasta que se cerrara la herida. Mercedes se la curaba tres veces al día, se la lavaba con agua tibia y sal, le aseaba, en aquellos tres día vio a su marido desnudo más veces de lo que le había visto en todos los años de matrimonio, pues aunque compartían intimidad, nunca se habían visto sin sus camisas de dormir y a plena luz del día.

Una tarde que José dormía, Mercedes, mientras le limpiaba la herida, se fijó en una mancha oscura con una forma curiosa que tenía su marido en la nalga izquierda una 'ese' dentro de un círculo...Desde aquel día, mercedes soñaba con aquella forma, la veía en un puerta a modo de aldaba, la veía en un papel a modo de rúbrica....tenía agobiantes pesadillas siempre con aquella marca oscura.

Pasaron los años, José y Mercedes, ya mayores descansaban una tarde de verano, José en su mecedora se había quedado dormido...
Mercedes oyó caballos, después la puerta y salió a atender, eran unos soldados muy bien uniformados, que preguntaban por José. Ella contestó que no estaba, que estaba fuera y que no volvería hasta el invierno. Los soldados le entregaron un pergamino enrollado, que ella desplegó por curiosidad, pues no sabía leer...
A Mercedes le rondaba la idea de hablarle a José de aquella visita, de aquel pergamino, pero no lo hizo, lo guardó en uno de los baules y se olvidó por completo de aquella tarde.

Años después el biznieto de José, Joaquinet, que asi le llamaban, subió a la cambra de casa de sus abuelos y se puso a revolver en los baules antiguos, encontró un pergamino y asombrado lo leyó, para resumir os diré que el niño interpretó que un señor muy rico y poderoso, pues poseía cinco palacios y no se cuántos terrenos, había muerto, como no tenía hijos, había que buscar a su bisabuelo José para entregarle todas aquellas riquezas y que no se las quedaran los curas....le entregó el pergamino a su padre.

el padre de Joaquinet, Joaquín....se presentó con el pergamino fechado un siglo atrás en el ayuntamiento de la ciudad, por ver si todavía se podía hacer algo con él.
Un señor con corbata le dijo que no, que aquello había "proscrito" digo prescrito y que todas las posesiones del marqués eran ya patrimonio de la ciudad....Joaquin, que entendió poco, por que aquel señor con corbata se explicaba más bien mal, aprovechando que estaba en Valencia se dió una vuelta por el Palacio del Marqués, más que nada, para intentar imaginar, qué hubiera pasado si su abuela hubiera atendido de otra forma aquella visita...

martes, 12 de enero de 2010

sms



Sinceramente odiaba su trabajo. Cuando se lo comunicaron estuvo a punto de renunciar, pero el consejo de un amigo le hizo reflexionar.
"Piénsalo, a lo mejor y con un poco de suerte, sólo es un pequeño paréntesis hacia tu adorado Sistema de Comunicaciones".
"Es posible", le dijo, pero aún así lo seguía aborreciendo.

Cada mañana le costaba vaciar la mente para volver a llenarla con palabras, frases inconexas, deseos, tormentos y ultimátums….estaba harta, realmente harta y un día les iba a dar una sorpresa a todos, si señor, una gran sorpresa.
Entraba en la máquina de vacío, como cada día y miraba hacia el trocito de cielo naranja ... cuentan que una vez fue azul….azul ¿cómo sería un cielo azul?

Nombre: Vida
Edad: 33
Sexo: mujer
Uniones: tres, actualmente sola
Hijos: ninguno
Rango: comandante

Una vez rellenada la ficha de recuerdo, se dirigía hacia la sala de investigación.
"Buenos días". "Buenos días, Señora", contestaban a coro mis subordinados.
"¿Qué tenemos hoy, chicos?" Mientras caminaba sin rumbo establecido, uno de sus ayudantes la seguía PDA en mano, punteando y diciendo en voz alta:
"Un PC de los antiguos, dos Mac, una agenda electrónica, y dos móviles." "¿Última generación?" preguntó poniéndose un lapicero de madera, de los antiguos, tras la oreja; no sabía el motivo pero era un gesto que le daba cierta tranquilidad. "No, no, señora, corrientes de los fáciles" le habían contestado. "Bien, pensó, hoy no tengo fuerzas para enfrentarme a esos demonios de última generación". Distribuyó el trabajo entre sus ayudantes y se quedó con los dos móviles.

Se sentó en su mesa de trabajo de cristal helado sobre patas metálicas color cobre, limpia, ordenada, impoluta….como ella, como su cotidianeidad.
Se puso los guantes transparentes y cogió el pequeño móvil rojo. Abrió con facilidad la tapa de seguridad y pese a la antigüedad que tenía, el interior permanecía increíblemente bien conservado. "Este, irá después al museo, se dijo. Está perfecto."
Sacó la pequeña tarjeta de memoria, bueno, pequeña para el siglo XXI, hoy en día, enorme, y la limpió de restos de tiempo. La insertó en el ordenador y este comenzó a procesarla.
Llamadas, fotos, contactos, música, sms…
Esto último le interesaba sobremanera, lo otro lo dejaba para las máquinas, los sms siempre los procesaba ella, a mano, como antiguamente, pensaba.
Cotejaba los enviados y los recibidos, pues si había fluidez en la comunicación no les daba importancia, ni siquiera los leía, simplemente una forma más de acercamiento entre dos individuos cualesquiera. No le gustaba el cotilleo.

Los no enviados, los colocados en la carpeta de borrador eran los que realmente le interesaban….los que no se llegaron a leer, los que eran pensamientos en letra escrita, no compartidos. Esos eran los importantes.

“posiblemente ya lo sepas, pero te echo de menos, ¿tú me echas de menos?”.
“12 días sin verte”.
”¿Comemos juntos el lunes?”.
“Sólo quería saber cómo estás”

Le encantaba fantasear sobre las vidas de los propietarios de esos móviles, el por qué de esos sms, las razones por las que siempre se quedaron sin enviar…a ella, apasionada de las relaciones humanas y de la psicología de la pareja, le servía de estudio profundo de la raza humana en aquellos tiempos, de sus formas de comunicación y de sus reacciones.

Nada de particular tenían esos sms, como tampoco los correos en la carpeta de borrador, pero para ella eran los más sinceros, era como encontrar un diario….madre mía, cuantos años hacía que no veía uno de esos diarios escrito a mano de los que se encontraban al principio en las excavaciones, la tecnología les quitó protagonismo pero aún así, ella todavía los había procesado y hoy se conservaban en el Museo de Emoción y Relaciones humanas.

Todas esas palabras escritas, bien en papel, o en una pantalla salían del corazón de los que las escribían y si quedaron sin enviar hay varios motivos, eso no es lo importante, lo importante es sentir lo que se dice y decir lo que se siente, por más duro, difícil o bello que sea…por eso empezó a trabajar en el campo de la comunicación, por que un día cuando era pequeña escuchó decir a alguien:
¿a dónde van todas las palabras que no se dicen…?